Por si te sigues preguntando si continuo molesta... La respuesta es no.
Nunca me molesté, en lo absoluto.
Tus palabras no me hicieron enojar... se me clavaron en el pecho como agujas oxidadas, causando que mi corazón, palpitando desesperado queriendo salirse de mi pecho y gritar, doliera. Y ya sabes lo que dicen... Las heridas verbales son las que más tardan en cicatrizar.
Dolió el saber que no me conocías realmente, y que a la primera de dudas, yo era el objetivo más cercano y coherente a señalar.
Ciertamente, hay pocas cosas en esta vida que realmente me hagan sentir mal. Una de ellas, es un secreto que supongo se irá conmigo a la tumba. Otra, es que no crean en mí.
Nunca he sentido esa necesidad de mentirle a alguien... Y las pocas personas que me conocen, saben que para mí, la confianza lo es todo. La verdad es sagrada. Y sin embargo... sigo aquí, tratando de convencerme a mí misma de que no extraño pasar mis tardes con él, riéndonos de alguna bobada pasando frío en algún malecón, o hablando de estupideces por whatsapp.
Sigo tratando de convencerme de que su voz no sonaba desesperada porque lo disculpara, y que sus ojitos rojos no estaban a punto de llorar.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
Te extraño.

